Utopía es parte de mi vida y siempre lo será. Por mucho tiempo fue el lugar donde no importaba qué, me sentía segura, cuando en otros lugares no. Un lugar donde mis amigos se convirtieron en familia, donde mi pasión por el arte nació y cada año se desarrolla más. Es mucho más allá que un campamento para mí, es un estilo de vida, una forma de pensar, y un constante recuerdo de que el arte va primero. Un año sin Utopia está incompleto.
Utopía para mi es ese lugar en donde los problemas no son irremediables, en donde la libre expresión y la creatividad son la regla del juego, y finalmente ese lugar en donde se es aceptado y se permite ser quien eres sin importar las locuras y las ocurrencias de tus ideas. Utopía es imaginación, es aprendizaje y es crecimiento.
Utopía me enseñó que todo lo imposible está dentro de mí y que el arte puede cambiar y salvar vidas.
Utopía fue abrirme los ojos a la posibilidad de que se podía vivir haciendo lo que uno ama. He dado muchas vueltas desde Utopía. No soy cirquera, ni actriz, ni malabarista, ni tampoco una sirena que toca la guitarra. Pero haber podido hacer todas esas cosas en Utopía me enseñó que la felicidad no es tan utópica y que se encuentra en el amor al arte. Sea cual sea el arte que uno escoja. En mi caso, la traducción. Y sigo, de vez en cuando, escribiendo canciones.
Utopía es más que un campamento, es una manera de ver la vida desde otro punto de vista, es un escape de la realidad para entrar a otro mundo. Si no sales artista de aquí, sales sensible. Gracias Utopía
Utopía definió lo que quiero hacer por el resto de mi vida: Arte.
Utopía me empleó como artista aún cuando no estaba muy lista, me entrenó y al sol de hoy los zancos son muy parte de mi carrera artística. Utopía... Una familia verdaderamente.
Utopía más allá de una clase de arte, es una experiencia trans-artística colectiva y liberadora tanto para el tallerista como para los estudiantes
